Una fiebre intensa por adquirir pugs se desbordó recientemente en casi todo el mundo. Las graciosas y tiernas caras de estos caninos se volvieron la debilidad de muchos, pero la realidad es que sus características son defectos genéticos que ponen en riesgo a esta raza de perros.
No parece tan tierno cuando hablamos de que sus narices aplastadas y genéticamente transformadas (para que sean pequeñas) dificultan su respiración y alimentación. O de que su cola enrollada representa un riesgo de parálisis, por su forma.
A esta corta lista de mutaciones se le pueden agregar varias más que implican un sufrimiento y colapso en la salud del pug. Este es un desastre anatómico que deja fuera la ternura y nos revela la fuerte transformación genética de estos animales por el mero gusto del ser humano.
Pero estos factores no interesan cuando hay dinero de por medio o cuando se quiere tener un perro que está “de moda”. En el pasado, los pugs eran distintos: perros con colas rectas y largas, cuerpos más altos y caras menos arrugadas.
El objetivo de este artículo no es provocar que odies a los pugs, sino pensar en la forma en que adquieres o adoptas una mascota. Asegúrate de que no estés contribuyendo a continuar con una cadena de maltrato y mutaciones genéticas.
Lo que queremos son perros saludables, felices y capaces de vivir una vida digna. El objetivo es que tu elección no se defina por una raza particular, pues eso es lo que menos importa. La magia está en el simple hecho de tener un compañero.
La British Veterinary Association declaró que las prácticas de cría y compra de perros deberían preocuparnos a todos, ya que está involucrado el bienestar del perro: