Hace unos días el Tribunal Superior de Noruega emitió una sentencia que fue noticia más allá de sus fronteras y de la que se hicieron eco medios del mundo entero: Cinco jueces del alto tribunal acordaron por unanimidad que la comercialización, importación o tenencia de muñecas sexuales que se asemejan a menores es un delito.
La decisión del alto tribunal se refiere a un caso que se remonta a 2016, cuando una muñeca inflable de silicona de unos unos 100 centímetros de alto y con rasgos infantiles fue interceptada en el aeropuerto de Oslo proveniente de Hong Kong.
Los magistrados entienden en la sentencia que la muñeca de gran realismo, que «aparenta tener una edad muy por debajo de los 18 años», que disponía de tres orificios, y que venia con complementos como pelucas, ojos de recambio o un tubo de lubricante, supone una clara «sexualización de menores». Según las leyes noruegas representar a menores como objetos sexuales es un delito, por lo que el hombre en cuestión fue condenado a 60 días de prisión y a pagar una multa cercana a los 1.000 euros.
La sentencia también rechaza de forma tajante el argumento esgrimido por el acusado, que afirmaba que la muñeca «podría ser un sustituto adecuado para prevenir abusos reales contra menores«.
El debate no es nuevo, aunque toma diversas formas en distintos países. En Canadá, el juicio contra Kenneth Harrison, un ciudadano del distrito de Terranova acusado de poseer pornografía infantil por haber comprado una muñeca sexual del tamaño de una niña, es emblemático. Duró algo más de seis años y acabó el pasado mes de mayo con su absolución. La decisión del juez no estuvo motivada por considerar que la posesión de este tipo de muñecas no sea delito, sino porque la fiscalía no fue capaz de demostrar que Harrison mentía cuando afirmaba que lo que él creía haber comprado era una muñeca de tamaño adulto, lo que no es delito.
Pero independientemete del veredicto, el caso de Harrison (el primero de este tipo en el país norteamericano) ha abierto un amplio debate sobre lo que o no es pornografía infantil y cuáles son sus límites.
«¿Me parece desagradable, por falta de una palabra mejor», afirmó Cara Zwibel, directora del Programa de Libertades Fundamentales de la Asociación de Libertades Civiles de Canadá unos días antes de que se conociera la sentencia. “Sí, me parece asqueroso. ¿Eso significa que debería ser objeto de derecho penal? Esa es una pregunta mucho más difícil de responder. No estoy segura que como política pública queramos criminalizar el comportamiento de alguien que puede estar tratando de hacer frente a impulsos inapropiados, pero que no está dañando o haciendo participar en ese daño a víctimas humanas reales«.
La misma opinión vertieron algunos psicólogos durante este largo proceso, entre ellos James Cantor, un profesor de la Universidad de Toronto, especialista en psicología clínica y sexología y un especialista en parafilias. Según este especialista, los límites de la ley deberían actuar en caso de actos, no en caso de pensamientos, defiende el tratamiento de pedófilos y afirma que, en casos como el de Harrison no se estaba dañando a ningún niño, sino a un trozo de latex.
La industria de las muñecas sexuales infantiles ha encontrado en la pedofilia un nicho de mercado y lo explota hasta sus últimas consecuencias. En muchos casos, el argumento de que los muñecos sexuales que representan menores puede ser un buen remedio para prevenir que los pedófilos abusen de menores, ha sido también extendido por las propias empresas que fabrican y venden este tipo de material, principalmente en países asiáticos. Ante el incremento de sus ventas, la alerta se ha disparado en algunos países.
En Estados Unidos el incremento de las importaciones de este tipo de «muñecas» a través de portales como Amazon o Aliexpress comenzó a abrir un debate moral y científico que el Congreso intentó cortar de raíz proponiendo una ley nacional aprobada en la Cámara de Representantes en 2018. Esta legislación prohíbe «la importación y transporte de cualquier tipo de muñeca o maniquí anatómicamente perfecta que posea características que parezcan o se asemejen a los de un menor y que su uso esté destinado a la realización de actos sexuales».
En el Reino Unido más de 120 muñecas sexuales con forma de menores fueron incautadas por la Policía entre 2016 y 2017 en operaciones que permitieron, además, destapar casos o redes de pedofilia. Australia es otro de los países en donde se prohíbe la importación de estas muñecas. En los últimos años ha aprobado una modificación de su legislación que podría condenar hasta con diez años de cárcel la producción, venta o posesión de estos artilugios que imiten a menores.
En España no es delito
En nuestro país no existe una legislación clara al respecto. De hecho, algunas juristas consultadas por Público afirman que el uso o tenencia de este tipo de material no está contemplado en absoluto en nuestra legislación y que por tanto no se considera delito.
«En España no tenemos ninguna ley que prohíba la venta o comercialización de estas muñecas con forma de niñas. Lo que se castiga en el artículo 189 del Código Penal es la posesión de pornografía infantil. Pero se entiende como tal un material de audio o imagen en el que se utilice a un menor o a una persona discapacitada en un contexto sexual», afirma Manuela Torres, miembro de la Asociación de Mujeres Juristas Themis especializada en delitos sexuales.
Esta jurista afirma que el debate no es nuevo en España, pero que poco o nada se ha avanzado en las últimas décadas. En el pasado se han producido denuncias por dibujos animados con comportamientos pedófilos o contra magazines tipo manga en donde se ve a niñas que están siendo violadas. También se han denunciado vídeos digitales que asemejaban figuras infantiles, más o menos reales, que sufrían abusos, pero donde no se utilizaban menores para su realización.
Para esta jurista, el límite de la ley está precisamente ahí. Si no se utilizan a menores, si no hay un niño o una niña involucrado en los abusos, no existe delito. Pero pone de manifiesto el hecho de que los avances tecnológicos hacen tremendamete real las imágenes de menores, aunque sean recreadas por ordenadores. La pregunta es: ¿no constituye esto un delito o una apología de una conducta delictiva?
«En mi opinión tenemos que seguir avanzando porque claramente debería haber unos límites, y todo lo que tenga que ver con abusos a menores o a personas con algún tipo de discapacidad, deberían tener una máxima protección a todos los niveles: legal, social, familiar, educativo…», afirma Torres.
Para esta experta, «la venta o difusión de todo lo que pueda conllevar una imagen de un menor o una menor con fines sexuales, debería estar prohibida por ser un contenido denigrante y porque puede atentar contra los derechos de la infancia«. «Entiendo que se trata de material pornográfico infantil y que aunque no se utilice directamente a un menor se está usando para ese fin, por lo que su venta y difusión deberían estar prohibidos»
Con respecto a la idea de que las muñecas infantiles sexualizadas puedan ser un freno a la pederastia, Torres es tajante: «Eso no tiene nada que ver con el deseo sexual. Es como la castración química. Se cree que impidiendo la erección se previenen los abusos, y no es así. Lo siguen haciendo con palos o cualquier otro objeto, no les hace falta el pene. Porque no se trata de una cuestión física sino algo psicológico que conlleva una serie de valores que nada tienen que ver con que tengan una muñeca o mil muñecas. A los que les gustan las muñecas les gustan las de carne y hueso, normalmente. Se trata de una cuestión de dominación», afirma Torres. El uso de este tipo de muñecas «debería ser considerado una apología a un delito», añade.
Torres y la asociación para la que trabaja ha asesorado en muchas ocasiones tanto a miembros de grupos parlamentarios, como a comisiones del propio Congreso sobre este tipo de comportamientos, «pero no se ha atajado porque no hay voluntad«, concluye.
«Algo que se repite se convierte en hábito, y da lo mismo si es una muñeca que asemeja a una niña, o una niña real»
La psicóloga Mireia Dardier resalta la paradoja de que vivamos en una sociedad en la que hablamos de víctimas que ahora son muñecas, en lugar de centrarnos en los hombres que necesitan violencia y abuso. «Eso es lo importante y donde deberíamos estar poniendo el foco». Tener relaciones constantemente con una niña ayuda a hacerlo realidad, es como perpetuar que algo exista. Lo que tenemos que tener claro es que algo que se repite se convierte en hábito y da lo mismo si es una muñeca que asemeja a una niña, o una niña real».
«Lo que no podemos hacer es seguir poniendo el enfoque en las víctimas y el que se va de rositas y al que no enfocamos es al agresor. La pregunta no sería si son muñecas inflables o personas de verdad, sino cuál es el comportamiento de esas personas que necesitan el abuso a niños o a muñecas. No cuestionamos el comportamiento sexual de los hombres. Nos enfocamos siempre en las víctimas. Yo creo que hasta que no cambie esto de enfocarnos en el comportamiento sexual de hombres, no tiene mucha solución».
Para Elena Hermo, psicóloga de la Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales y Violencia de Género (ADAVAS), «el que consume este tipo de muñecas, el pedófilo, ve que tiene ese recurso y lo puede estar normalizando, con lo cual es un problema en sí mismo. Valido que tengo derecho a acceder a menores aunque sea a través de muñecas, cosa que es peligrosa».
Hermo se muestra en desacuerdo con algunos terapeutas que afirman que el uso de este tipo de muñecas puede ser terapéutico. «Si admites esto, lo que no le estás diciéndole al pedófilo es que esa orientación que tiene no debe de tenerla, sino que al canalizarla hacia la muñeca, lo que está haciendo es legitimarla». El problema, explica, es que «si legitimas la pedofilia, también legitimas que esa persona si en un momento determinado considera válido hacerlo con un menor, lo hará«.
Pensar que un pedófilo puede dejar de agredir a menores porque utilice una muñeca de silicona es algo que no se va a dar. Y el problema es que si validas la tendencia del pedófilo, validas también que en cualquier momento pueda llevar a cabo su comportamiento. Ya sea con muñecas o con menores, lo que es inadmisible.
«No se trata de si el uso de muñeca sí o no. Nuestra experiencia nos dice que si validas la tendencia en sí misma, que está bien tener una interacción sexual con niños aunque sea a través de una representación en forma de muñeca, lo que validas es la conducta misma. Creo que sea a través de muñecas, un vídeo o cualquier otro formato, no es aceptable, porque hace que el pedófilo siga considerando que tiene derecho a hacerlo», concluye Hermo.